No sería justo no dedicarle el primer Post de Europa a Barcelona, la ciudad que nos acogió por casi 4 años y de la cual guardo los más hermosos recuerdos. Podría escribir un libro sobre ella, y quizás algún día lo haga. Pensar en ella es imposible sin que me invada la nostalgia, así que ya me disculparán si termino sonando sentimental.
Hoy no les contaré generalidades de la ciudad, les hablaré de la primera caminada que hicimos con Quique desde Hospitalet hasta la Sagrada Familia, y de las sensaciones que fueron surgiendo a medida que íbamos pasando por lugares nuevos.
Hoy no les contaré generalidades de la ciudad, les hablaré de la primera caminada que hicimos con Quique desde Hospitalet hasta la Sagrada Familia, y de las sensaciones que fueron surgiendo a medida que íbamos pasando por lugares nuevos.
Era nuestro segundo día en Barcelona y todavía teníamos resagos del jet-lag. Nos despertamos tarde y decidimos salir a explorar la ciudad a pie. A Quique y a mi nos encanta caminar, y es así como nos gusta conocer los lugares que visitamos.
Salimos desde Hospitalet, por la carretera de Collblanc hasta llegar a Plaza España, a nuestro paso, los carros se detenían para darnos la vía en los cruces de peatón, y esto nos resultaba bastante gracioso, pues no estábamos acostumbrados a ese tipo de formalidades. Acá en Colombia la cultura vial se enfoca más en el carro, son ellos quienes tienen la prioridad y tan solo pensar que uno va a atravesar la calle primero, es ya un atentado contra la vida. Ese día esto de cedernos el paso se volvió repetitivo a lo largo del camino y al caer la noche ya nos habíamos habituado.
En plaza España nos detuvimos a observar el plano para continuar por gran vía y encaminarnos hacia el centro. Era marzo, la tarde era gris y aún hacía frio, pasaban ya las 14 horas y todo el comercio estaba cerrado. Recuerdo que esa fue una sensación extraña, una sensación de desolación… pero si eran las 2 de la tarde???A qúe hora trabajan entonces???
Luego aprendí que esta es la hora del almuerzo y que no todo se detiene como lo pensamos ese día.
Seguimos caminando, y más o menos a eso las 4 de la tarde comenzaron de nuevo a abrir el comercio que ocupaba las plantas bajas de los edificios de homogénea altura. Como arquitectos y futuros “turistas culturales”, ya habíamos estudiado algo de la ciudad antes de llegar, así que aunque no la conociamos, sabíamos que el ensanche nos abría sus puertas.
En una librería que nos encontramos en el camino adquirimos nuestros primeros libros, los cuales aún al cambio de moneda eran un gangazo…
No habíamos almorzado, así que íbamos examinando los menús de todos los bares por los que pasábamos, pero nada nos convencia en relación cantidad vs precio. Recuerden que estábamos recién llegados y que nos era imposible no hacer la conversión a pesos colombianos. Ya comeremos mas tarde!! Nos decíamos.
Salimos desde Hospitalet, por la carretera de Collblanc hasta llegar a Plaza España, a nuestro paso, los carros se detenían para darnos la vía en los cruces de peatón, y esto nos resultaba bastante gracioso, pues no estábamos acostumbrados a ese tipo de formalidades. Acá en Colombia la cultura vial se enfoca más en el carro, son ellos quienes tienen la prioridad y tan solo pensar que uno va a atravesar la calle primero, es ya un atentado contra la vida. Ese día esto de cedernos el paso se volvió repetitivo a lo largo del camino y al caer la noche ya nos habíamos habituado.
En plaza España nos detuvimos a observar el plano para continuar por gran vía y encaminarnos hacia el centro. Era marzo, la tarde era gris y aún hacía frio, pasaban ya las 14 horas y todo el comercio estaba cerrado. Recuerdo que esa fue una sensación extraña, una sensación de desolación… pero si eran las 2 de la tarde???A qúe hora trabajan entonces???
Luego aprendí que esta es la hora del almuerzo y que no todo se detiene como lo pensamos ese día.
Seguimos caminando, y más o menos a eso las 4 de la tarde comenzaron de nuevo a abrir el comercio que ocupaba las plantas bajas de los edificios de homogénea altura. Como arquitectos y futuros “turistas culturales”, ya habíamos estudiado algo de la ciudad antes de llegar, así que aunque no la conociamos, sabíamos que el ensanche nos abría sus puertas.
En una librería que nos encontramos en el camino adquirimos nuestros primeros libros, los cuales aún al cambio de moneda eran un gangazo…
No habíamos almorzado, así que íbamos examinando los menús de todos los bares por los que pasábamos, pero nada nos convencia en relación cantidad vs precio. Recuerden que estábamos recién llegados y que nos era imposible no hacer la conversión a pesos colombianos. Ya comeremos mas tarde!! Nos decíamos.